viernes, 29 de julio de 2011

Comenzó a evitarme. Como si fuese un mal, un estilo de plaga desplazandose. Comencé a sentir esa incomodidad de hablarle, esa incomodidad que era más bien conocimiento de su indiferencia. En otras palabras, la que siempre hablaba primera era yo. Esperando que al día siguiente el diera un paso, que el tomara la iniciativa. Pero no sucedió, y como si hubiese pasado un tornado (que evidentemente no note) todo se dio vuelta. De pronto, no me mandaba más mensajes, no me escribía, no me llamaba, no lo veía. Y yo puedo ser muy estúpida pero tengo lo que se llama sentido común, o predispocición a la deducción. No era un tornado el que lo había alejado tan abruptamente, era una mujer. Lo era. Si hay algo que aprendí es que cuando un hombre te evita o deja de saber de tu existencia de la nada, es porque hay alguien más o porque algo hiciste mal. Aunque, todos sabemos, ambas cosas van de la mano. Y ahora me dejó cantando canciones que siempre hablan de un tercero en discordia, de una falda corta (demasiado corta) entre dos personas, en el preciso mal momento, en el preciso mal lugar. No podes pedirme que me lo tome con calma, no podes esperar que sonría y lo deje ir. Como suelo decir, o gritar cuando estoy borracha, ¡putos! y a ella (sea quien sea) también, por haberse metido en mi camino, por haberme arruinado una temporada, por haberme roto el corazón.

Solo

Solo